
Cansados de la inseguridad y de la falta de respuesta de las autoridades, cientos de habitantes de Oteapan decidieron tomar en sus propias manos la vigilancia del municipio. Con machetes, palos, tubos e incluso armas de fuego, hombres y mujeres se han organizado en rondines nocturnos y retenes comunitarios para frenar los delitos que se han multiplicado en las últimas semanas.
La población, de poco más de 15 mil habitantes, apenas cuenta con 18 policías municipales y tres patrullas para cubrir todo el territorio. La limitada presencia de fuerzas estatales y federales ha dejado un vacío que la ciudadanía optó por llenar.
“Ya no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Nos han robado, nos han extorsionado y hasta se han llevado gente. No es justo. Hoy la gente dijo: basta”, expresó uno de los organizadores.
Aunque la organización no es nueva —pues desde hace cuatro años vecinos se habían agrupado en comités de vigilancia— la reciente escalada delictiva revivió la estrategia. Ahora son más de 600 personas las que, por barrios y colonias, se coordinan para instalar retenes, recorrer las calles y compartir información de manera inmediata.
Los llamados “focos rojos” de la localidad se convirtieron en prioridad para estos grupos vecinales que, aseguran, no buscan confrontar, sino recuperar la tranquilidad perdida.
El mensaje a los delincuentes
El enojo se ha transformado en un mensaje contundente: “delincuente que se agarre, delincuente que no le va a ir bien”. Esa frase, repetida en asambleas y retenes, refleja la determinación de una comunidad que se siente sola frente al crimen.
“Es ellos o nosotros. No queremos violencia, pero tampoco vamos a permitir que nos sigan robando la paz en nuestras narices”, advirtió otro poblador.
Seguridad por mano propia
Entre recorridos, filtros improvisados y comunicación constante por grupos de mensajería, los oteapeños envían una señal clara: la organización comunitaria está activa y no piensa retroceder.
La población insiste en que su único objetivo es proteger a sus familias, y aunque reconocen el riesgo de confrontar al crimen, consideran que la falta de autoridad los obligó a dar un paso al frente.
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